domingo, 14 de septiembre de 2008

No odio a Tenerife

NO ODIO A TENERIFE

Carmelo Dávila Nieto

Algunos de los lectores que comentan mis artículos publicados en este periódico deben ser tinerfeñones, pues no tienen la valentía de firmar con su nombre y apellidos ya que recurren cobarde y vilmente al anonimato o al pseudónimo. Y afirmo que deben ser tinerfeñones porque me acusan, con réplicas groseras pero no fundamentadas en hechos ciertos, de odio a Tinerfenonia -Infierno como fue denominada desde tiempo inmemorial-. No es cierto que odie a esa isla, que visito con alguna frecuencia -si le tuviera aversión no pisaría su suelo, obviamente-. Admiro sin reservas la belleza de su naturaleza, no tan degradada como la nuestra, aunque el valle de La Orotava es una sombra de su pasado esplendor, asfixiado por horrendas construcciones, y me entusiasmo contemplando Las Cañadas. Sin embargo, en mi percepción, el Teide sin nieve y visto desde su base me parece feo; es un volcán elevado, indiscutiblemente -la máxima altitud de España-, pero no es elegante ni esbelto pues es un mazacote. No entiendo porqué ha sido declarado Patrimonio Natural de la Humanidad cuando en nuestro planeta hay elevaciones muy superiores a él; por citar algunas: Everest, K2 o Godwin Austen o Chozori, Aconcagua, Kilimanjaro, Mont Blanc...y muchísimo más atractivas. Reconozco que contemplado desde nuestra cumbre, sobresaliendo su cúspide del mar de nubes, desde la playa de Las Canteras con sus incomparables puestas de Sol, desde algunas zonas de su isla y desde La Gomera, resulta atrayente como parte integrante del conjunto paisajístico, pero en solitario no me gusta. Son mucho más impresionantes la Caldera de Taburiente -en La Palma deberían realizar las pertinentes gestiones para su declaración como Patrimonio Natural de la Humanidad- y la gran caldera de la cumbre de Gran Canaria, con los roques Nublo y Bentayga, única en el mundo, que también posee méritos para esa declaración, pero nuestros políticos, principalmente el Presidente del Cabildo y el Consejero de Medio Ambiente, empeñados en averiguar el sexo de los ángeles.Repito que admiro la naturaleza tinerfeñona. Pero no admito en modo alguno que en su propaganda turística se exponga que tiene "extensas e infinitas playas de fina arena" cuando la triste realidad es que son unas playejas artificiales, rodeadas de diques y espigones que impiden la visión del horizonte, pequeñas -con excepción de Las Teresitas- y con arena de pésima calidad, que me repele pisar y por ende tenderme sobre ella, y, obviamente, bañarme en aquel mar -nunca lo he hecho y jamás lo haré-. Sin embargo tienen la enorme desfachatez de situar allá Maspalomas, El Inglés, Las Canteras, Corralejo, Jandía, Playa Blanca, etc, engañando y timando a los crédulos turistas, que supongo se sentirán estafados y defraudados cuando comprueban que lo que están viendo no se corresponde en absoluto con la falsa publicidad. Es cierto que en Gran Canaria hay playas artificiales, pero no me agradan y no acudo a ellas, no me interesan porque las tiene magníficas naturales al mil por mil; con todo, la de Amadores, en el municipio de Mogán, está muy bonita y es muy superior a las de Arona y Adeje con gran diferencia, pero no me bañado en ella ni pienso hacerlo. He de decir que Tinerfenonia ocupa el último puesto en mi afecto. El primero, y destacadísimo, pertenece a Gran Canaria por motivos obvios, pero el cariño no me obnubila y reconozco sus defectos -que son muchos en la capital y en el interior- y critico duramente los atentados que se cometen contra su paisaje natural y urbano, y me enorgullezco de ser "tamaranero" y grancanario -que no canarión, que es un insidioso invento de Ofidio Alonso, que la odia hasta el paroxismo-. El segundo lugar es para La Palma por vinculación familiar pues mi finada y queridísima madre era palmera, de Santa Cruz, y conservo familia allí. Le siguen por orden de preferencias Fuerteventura, El Hierro -aquí emigraron muchos herreños y poseen en Ciudad Jardín su Casa Herreña-, La Gomera -a pesar de que le nieguen a Gran Canaria su indiscutible históricamente condición de isla colombina con igualdad de derecho- y Lanzarote -en la que no contamos con muchas simpatías, no se sabe porqué ya que sus inmigrantes aquí han sido muy bien recibidos y tratados y han prosperado, pero son protinerfeñones, cuando les perjudicaron bastante durante la capitalidad única de Santa Cruz. Pero olvidan la historia, que puede repetirse-.Si odiara a Tinerfenonia -que no es cierto- tengo numerosas razones para esa aversión, y voy a enumerar algunas: Nos arrebataron con in-trigas ,en las que son consumados catedráticos, en primer lugar la Capitanía General, con el estólido argumento de la viticultura que nada tiene que ver con la milicia, y posteriormente la capitalidad del archipiélago que correspondía y corresponde por absolutos e irrefutables derechos históricos a la Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, en la que durante más de tres siglos, y desde su fundación, radicaron todas las instituciones de la corona castellana y de la iglesia, frente a los nulos de la advenediza Santa Cruz, carente de tradición, solera, abolengo, alcurnia y prestigio por su humilde origen barriobajero puesto que fue el arrabal portuario de La Laguna hasta el 26 de Agosto de 1803 , fecha en la que Carlos IV la declaró villa exenta con ayuntamiento propio. Los tinerfeñones talaron nuestros bosques en el siglo diez y nueve, cuando su capitalidad regional, y se llevaron para su isla los troncos de nuestros árboles para procurarse leña, y de ser la más frondosa quedó convertida en casi un páramo, que ha necesitado varias décadas para recuperarse algo . Cerraron totalmente Gran Canaria cuando la epidemia de cólera que tantas vidas segó, para impedir que recibiera medicamentos y atención médica, y cuando les tocó a Tinerfenonia la mantuvieron abierta. Cuando la Ciudad Real de Las Palmas fue durante tres siglos, repito, el centro del archipiélago, JAMAS oprimió a esa isla y no se talaron sus bosques en beneficio nuestro. Con la actual autonomía, los sucesivos "jodiernos" áticos nos han expoliado consejerías y organismos autonómicos -lo que no preocupa al vicepresidente José Manuel Soria López "porque así tenemos aquí menos funcionarios", me contestó en la entrevista que con él tuve cuando fue Presidente del Cabildo de Gran Canaria, para nuestra desgracia- y nuestra sanidad está muy por debajo de la de allá pues sus hospitales están mejor dotados y con intervenciones quirúrgicas que única y exclusivamente se realizan en ellos. Y por si fuera insuficiente esta pequeña muestra de su "cariño" hacia nosotros, el paranoico y estulto don Pepone Rodríguez Ramírez , director y propietario del periodicucho El Día, avergonzado de su ascendencia materna grancanaria, vierte reiteradamente su venenosa pluma -ahora será ordenador-, su acerbo odio, en esa estéril guerrita particular suya contra el GRAN de nuestro glorioso nombre, que no tenemos que justificarle ni explicitarle ya que está plenamente incapacitado para comprenderlo, obsesionado hasta el delirium tremens en su erradicación, sin querer convencerse de la inutilidad de su campaña periodística condenada al más completo fracaso, a su total derrota, de su absoluto ridículo. Pero es evidente que don Pepone cuenta con secuaces que le siguen en su delirante idea, que son todos sus lectores, que deben ser numerosos ya que si fueran minoría, como algunos ingenuos grancanarios alegan, ese vil panfleto con pretensiones de periódico no se mantendría. Esto significa que muchísimos tinerfeñones están de acuerdo con sus ataques contra Gran Canaria y que desean el triunfo de su propuesta. Aplaudo la valentía de don Domingo Gari, profesor de la Universidad de La Laguna y noble y caballeroso tinerfeño -que los hay aunque sean rara avis- que en un magnífico artículo publicado en el periódico digital Canarias Semanal censura duramente al gran inquisidor don Pepone por su irracional odio a Gran Canaria y por sus venenosos comentarios al trágico accidente aéreo de Barajas, afirmando que aquí lo utilizamos para la promoción de nuestra isla. Lástima que este valeroso trabajo, más meritorio por la tremenda presión que ejerce en Tinerfenonia El Día y el pavor que le tienen, no haya aparecido en los medios de comunicación impresos de su capital para su mayor difusión y conocimiento de la opinión pública, pero seguramente no se lo habrían publicado consecuentes con el silencio cómplice que mantienen sobre este deplorable tema, demostrando así estar de acuerdo con don Pepone puesto que al callar es elemental que están dando su aprobación. Y estos "comentaristas" de mis artículos, a los que no leo aunque me entero de sus repugnantes escritos porque me los comentan algunos amigos, son esbirros al servicio del pérfido don Pepone. Para ellos mi absoluto desprecio.Unas aclaraciones: no necesito absolución de obispo alguno porque no soy creyente. Y no estoy "enchufado" al Festival de Música pues abono mis entradas. Cuando fui comentarista musical en la prensa local y corresponsal de la revista musical RITMO, de Madrid si recibía invitaciones para los actos musicales, hecho elemental ya que tenía que informar de ellos, pero NUNCA recibí emolumentos; mi trabajo fue absolutamente gratuito y además ponía desinteresadamente, como ahora, el material. Desde 1982 en que dejé la corresponsalía de la citada revista PAGO mi asistencia a todas las manifestaciones culturales, no voy "enchufado".Y continuaré, en mi condición de ferviente "tamaranero", defendiendo con todas mis fuerzas y mi coraje a Gran Canaria y denunciando y censurando todas las insidias tinerfeñonas a despecho de estos atrabiliarios, viles y cobardes "comentaristas" que no se identifican. Que no se molesten en "comentar" mis artículos porque no les leeré ni escucharé a los amigos que pretendan informarme; no me interesan sus "comentarios". Esto ha sido una excepción para precisar y ratificar mi postura, que continuará invariable, exponiendo con honradez y sinceridad mi opinión dela que estoy firmemente convencido. Su veneno "literario" no me afecta en modo alguno porque tengo el poderoso antídoto de mi patriotismo grancanario, mal que les pese.

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